Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100233
Legislatura: 1888-1889
Sesión: 6 de mayo de 1889
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Duque de Tetuán.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 94, 1651-1655.
Tema: Reformas militares.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): No tema el Senado que ocupe por mucho tiempo su atención respondiendo al discurso del señor Duque de Tetuán, que, como ha dicho muy bien, no ha sido pronunciado para mantener la proposición incidental que ha tenido la honra de presentar sobre la mesa. Ya lo habríamos conocido aunque S.S. no nos lo hubiera advertido, porque para nada absolutamente ha tratado en todo su discurso de la proposición incidental, ni nada de las alusiones que le han dirigido a S.S. ¿Qué tiene que ver la proposición incidental que ha presentado S.S., con las alusiones que le han dirigido, ni con el discurso que ha pronunciado? Lo que hay es que S.S. se ha propuesto pronunciar en cada legislatura un discurso contra el Gobierno, y muy especialmente contra el Presidente del Consejo de Ministros, y yo no me he de ocupar en contestarle porque ya lo tengo contestado. El discurso que S.S. pronunció en la primera legislatura es muy importante, como todo lo que viene de S.S.; es una obra bien meditada, bien estudiada, bien intencionada; pero francamente, importante como es la obra, en mi opinión no merece tantas ediciones.

Me atengo, en cuanto a mí se refiere, a lo que a S.S. tengo manifestado en otras ocasiones; porque si a S.S. le gusta hacer muchas ediciones de sus obras, como las mías me parecen muy pequeñas y de poco valor, no me gusta hacer más que una. Pero yo debo rectificar los errores crasos en que ha incurrido el Sr. Duque de Tetuán.

El primer error de S.S. es suponer que yo me he levantado aquí a hacer cuestión política y de existencia del Ministerio, de ninguna de las cuestiones militares, porque precisamente dije bien claro lo contrario: que yo no hacía de las cuestiones militares cuestión política; que no hacía depender la vida del Ministerio de las cuestiones militares, porque quería todo lo contrario; que en absoluto se apartara de las cuestiones militares la cuestión política, y que yo entendía que ni el Gobierno ni ningún partido debía levantar una bandera de las reformas militares, porque esa bandera, levantada por un partido contra otro partido en esas cuestiones, había de llegar también a los cuerpos armados de la Nación, y allí también habría las mismas divisiones que se notasen en esa bandera levantada por los distintos grupos políticos de la Nación española; que yo no quería de ninguna manera eso, por lo cual ni en el Congreso ni en el Senado hacía yo cuestión de Gabinete ninguna de estas cuestiones, entendiéndose por cuestiones de Gabinete lo que se ha entendido siempre. Pero yo no podía menos de considerar como de Gobierno una cuestión que viene con los antecedentes con que venían las reformas militares; yo no podía menos de considerar como de Gobierno una cuestión que viene después de haber hecho una, y muchas, y muchísimas transacciones con todos los partidos políticos en la otra Cámara; queriendo significar con esto que yo no podía abandonar de cualquier modo y sin las protestas debidas y sin aconsejar a los amigos que me apoyaran, que yo no podía abandonar una cuestión que venía de esa manera y con esos antecedentes, y que no podía abandonar a la Comisión, que en esto no había hecho más que seguir las inspiraciones del Gobierno.

Si S.S. no ha querido discutir por no encontrarse en la alternativa de derrotar al Gobierno o hacer su discusión estéril, ha hecho mal, porque no había aquí cuestión de Gabinete; lo he dicho una y mil veces. ¿Es que yo puedo considerar una cuestión que tiene estos antecedentes como una cuestión baladí o como la proposición de ley que pueda presentar un Sr. Senador aunque la acoja el Gobierno, como otra cuestión cualquiera? Y en último resultado, ¿qué pretende el Sr. Duque de Tetuán? ¿Que el Gobierno manifieste menos interés por estas reformas aconsejando a sus amigos que voten el dictamen de la Comisión, que S.S. y los jefes de las oposiciones aconsejando a los señores Senadores que voten en contra? ¿Es que cuando S.S. y los jefes de las oposiciones aconsejan a sus amigos que voten en contra del Gobierno o en contra del dictamen de la Comisión, no le es permitido al Gobierno decir a sus correligionarios que voten en su favor? ¿Dónde estamos? ¿Qué significa esto?

Siempre se ha dicho, Sres. Senadores, y siempre también lo he manifestado yo, que de esto no hacía una cuestión política, y por consiguiente, que esto no suscitaría ninguna cuestión ministerial; pero de eso a que yo abandone el dictamen de la Comisión, a que yo no diga que son cuestiones de Gobierno los cuatro puntos a que se ha referido el Sr. Duque de Tetuán, y que yo con repetición he expresado a la Cámara, hay una gran diferencia; cuatro puntos que, después de todo, Sres. Senadores, no son sólo míos, sino que son de todos los militares, porque no he oído a ningún militar que se atreva a sostener lo contrario. (Un Sr. Senador: Muchos). No los he oído. No he oído a ningún general que sostenga el dualismo, que sea bueno el dualismo. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: El general Reina acaba de publicar un folleto en que así lo sostiene; folleto que ha podido leer S.S.). De todos los generales a quienes he hablado, repito que a ninguno he oído sostener el dualismo como conveniente a los intereses del ejército. (Un Sr. Senador: Pues lo contrario sostiene un informe de la Junta consultiva). Yo no he visto informe alguno de la Junta consultiva que sostenga como conveniente a los intereses y al porvenir del ejército la continuación del dualismo.

Yo no he visto que ningún general distinguido e ilustre defienda el dualismo como conveniente al porvenir y a los intereses del ejército, desde Narváez acá. Ni Narváez, ni O?Donnell, ni el digno presidente del esta Comisión, han sostenido el dualismo. (Un Sr. Senador: Lo han sostenido muchos, empezando por el general Marqués del Duero. ?El Sr. Marqués de Estella, presentado dos grandes tomos: Aquí están los dictámenes de todos los generales diciendo lo contrario; y sin embargo, yo estoy conforme con S.S.). Yo no recuerdo que ni Narváez ni O?Donnell hayan presentado un proyecto de ley sosteniendo el dualismo. (Un Sr. Senador: El general Prim lo defendió). Hablo de los generales que hayan presentado proyectos de ley, y repito que no he visto ningún proyecto presentado por ningún general como Ministro de la Guerra, sosteniendo como conveniente a los intereses y al porvenir del ejército el dualismo. (El Sr. Botella: Pues si existía el dualismo, ¿para qué habían de presentar proyectos de ley sosteniéndolo?) Todos los que han presentado proyectos sobre reformas militares podían haber hablado del dualismo; pero todas las reformas militares presentadas tienen como base la desaparición [1651] o modificación casi completa del dualismo. (El Sr. Marqués de Estella: Repito que no es exacto, aunque yo soy de los que están de acuerdo con S.S.; soy en eso el más reaccionario). Su señoría está conforme conmigo; no quiere el dualismo. (El Sr. Conde de Tejada de Valdosera: Lo ha limitado). Lo ha limitado tanto, que casi desaparece; sólo que no se atreve a ir a su supresión de una vez. (El Sr. Conde de Tejada de Valdosera: Lo limita lo bastante para que quede como debe quedar).

Pues lo mismo digo de la terminación de la carrera; la diferencia está en un pequeño detalle, diferencia que en último resultado no podía ser nunca una cuestión de Gobierno ni de importancia. Todos los generales creen que debe terminar la carrera militar en un grado superior; los unos creen que en coronel, los otros que en brigadier; pero esto no merece la pena. La mayor parte creen que en coronel; ahí están los acuerdos de la Junta consultiva. (El Sr. Marqués de Estella: Según los tomos que tengo delante, 36 generales dicen lo contrario). ¿En brigadier? (El Sr. Marqués de Estella: En brigadier). Bueno; no discuto eso. Pero la cuestión está en que en último término nos dividiría un detalle: siempre hay que terminar la carrera en un grado superior. ¿No es verdad? Pues en el grado de coronel se suponía que debía terminar la carrera, y hace poco tiempo se ha empezado a hablar de terminarla en brigadier; pero la mayoría de los generales y de los militares, y la Junta consultiva, dice que debe terminar en coronel, que es lo que queremos nosotros. (El Sr. Marqués de Estella: Cuando llegue el momento oportuno discutiremos eso). Lo discutiremos; pero el principio es que la carrera militar debe terminar en un grado superior: en coronel o en brigadier; una y otra serán cuestiones de detalle que discutiremos. Pero ese principio lo sostienen todos los militares, y es de lo que hago yo también cuestión de Gobierno.

Proporcionalidad en el ascenso a general. ¿Hay algún militar que se oponga a eso? (El Sr. Marqués de Estella: Que se hagan primero las plantillas; no se ponga el parche antes de que salga el grano. Ésa es la base). Luego resulta que es una base que aceptan todos; luego ése es un punto de los cuatro que he citado que debo hacer cuestión de Gobierno, porque no solo está en el ánimo de la mayoría, sino de la totalidad del ejército.

Y queda el otro punto, que es la unidad de procedencia. Yo entiendo que tampoco hay general que se oponga a la unidad de procedencia en los cuerpos armados de la Nación española; yo creo que no hay general que se atreva a decir que se pueda ascender a oficial sin la debida instrucción. (El Sr. Marqués de Estella: Ésa no es unidad de procedencia; es unidad de instrucción). Ahora se lo voy a probar a S.S. (El Sr. Marqués de Estella: En ninguna parte de Europa; ni aquí ni en ninguna parte. No es posible).

Señores, ¡si no hay que batallar por esto, porque después de todo, entre la enmienda del Sr. Marqués de Estella y el dictamen de la Comisión hay sólo un detalle verdaderamente insignificante! (El Sr. Marqués de Estella: ¿Por qué no aceptarla?) Pues por lo mismo que es insignificante, no la hemos podido aceptar. (Rumores).

La razón es muy sencilla. Atendiendo a las consideraciones que este alto Cuerpo debe tener con el otro, por una cuestión insignificante no es cosa de desairar a la otra Cámara (El Sr. Marqués de Estella: A ésta es a la que hay que desairarla siempre y no dale nada); pero en el principio estamos conformes: que no se pueda ascender a oficial sin pasar por una Academia. ¿No es verdad? ¿No estamos conformes con este principio? (El Sr. Marqués de Estella: Por una misma no). ¿Luego S.S. quiere otra? Pues es mejor una. ¿Para qué haber dos Academias si con una basta [. son otras y la educación otra)] Vienen las Academias especiales después; pero en principio la unidad de procedencia nadie la niega.

La diferencia está en que nosotros decimos: a la Academia general; y los señores que piensas como S.S. dicen: los sargentos a una Academia particular. ¿Pues qué más da, si por economía y hasta por unidad en la instrucción, será mejor una sola que dos distintas?

¿Pero esto constituye diferencia en el principio? No; luego en el principio estamos de acuerdo. Luego resulta, Sres. Senadores, que en los principios como bases tenemos la desaparición del dualismo, tenemos la unidad de procedencia, tenemos la proporcionalidad en el generalato y tenemos el término de la carrera de coronel.

¿Es eso lo que en general pide el ejército? (El señor Marqués de Estella: ¿Cómo ha de pedir que termine la carrera en coronel? Eso lo ha pedido la Comisión). En coronel o en brigadier; lo mismo da. (Risas. ?El Sr. Armiñan: En las armas generales, ¿por qué se suprimieron los coroneles-brigadieres? ?El señor Marqués de Estella: Porque mandaban regimientos, mientras ahora mandan brigadas).

De todas maneras, Sres. Senadores, no hay que ofuscarse; el principio es el mismo; podrá convenir más que termine en coronel o que termine en brigadier, pero el que termine en una de las dos categorías lo desean todos; y éste es el principio.

Luego lo que yo dije de los cuatro principios que consideraba como esenciales para el Gobierno, como cuestiones de Gobierno, lo hacía porque vienen reclamándose hace muchos años, los han reclamado todos, porque ninguno se atreve a oponerse a ello de una manera resuelta y manifiesta.

Pues bien, cuando el general Cassola llevó al Consejo de Ministros su proyecto de ley, y aquí viene el segundo error que supone cometido por mí el señor Duque de Tetuán, llevaba estos cuatro principios, más otros dos: servicio general obligatorio y nueva división territorial militar. El mismo Sr. Duque de Tetuán dice que el pensamiento de aquellas reformas es bueno, que aquellas reformas tenían muchas cosas buenas, aunque algunas creía que merecían modificación; pues eso mismo creyó el Consejo de Ministros, y después de discutirlas mucho tiempo, vio que el general Cassola no proponía nada nuevo, absolutamente nada nuevo. Que el general Cassola proponía el servicio general obligatorio, que ya otros lo habían propuesto, y que anda fluctuando como principio que hay que desenvolver y realizar un día en la atmósfera política y social de este país. Proponía una nueva división territorial militar, que está en estudio hace muchísimo tiempo, y que no hay militar, ¡qué digo militar! ni hombre civil que no crea que es necesaria, porque la actual es absurda y no responde a nada; ni a la defensa del país, ni al bienestar [1652] del soldado, ni a la economía del presupuesto, ni a nada absolutamente; siendo, por consiguiente, un principio llamado también a ser resuelto cuando y como se pueda.

Y además de estos dos grandes principios, traía los otros cuatro que vienen dilucidándose y discutiéndose hace mucho tiempo. ¿Y qué había de hacer el Consejo de Ministros? ¿Decir que no quería discutir estos principios? No; lo que vio fue que el general Cassola había reunido en un proyecto de ley toda la organización militar, empezando por el servicio obligatorio, cosa que antes era objeto de varios proyectos de ley, pero que no traía novedad alguna. ¿Y sabe el Sr. Duque de Tetuán cómo se aceptó aquel proyecto de ley? Pues se aceptó con dos condiciones; y vea S.S. cómo me ha atribuido errores y contradicciones sin fundamento ninguno: primera, que no había de producir gasto mayor en el presupuesto; y segunda, que fuera de esos cuatro principios que yo he manifestado, lo demás se presentaba a estudio de la Comisión y a condición de que la Comisión y el Gobierno se presentaran con toda aquella flexibilidad necesaria para que sin variar la esencia y los principios de todos aquellos problemas cuya solución se proponía, se admitieran todas las modificaciones que se creyesen convenientes en el proyecto. De manera que aquel Consejo de Ministros previó: primero, la cuestión de la economía, y puso por condición que aquel proyecto de ley no había de aumentar los gastos del presupuesto de Guerra; y segundo, que se presentara a discusión, porque había problemas tan importantes y que afectaban de tal modo al estado general del país, que era necesario presentarlo a estudio y a discusión, ofreciéndose el Gobierno a aceptar todas aquellas modificaciones que, sin herir los principios que en el proyecto venían, pudieran modificarlo.

De esta manera se aprobó en Consejo de Ministros aquel proyecto de ley, como se aprueban todos los proyectos de ley de importancia y de extensión en el Consejo de Ministros; es decir, se aprueban las bases principales, los principios generales, sin perjuicio de admitir en esos grandes proyectos todas aquellas modificaciones que la discusión, la experiencia, la conveniencia y hasta el acuerdo con las oposiciones y con todos los partidos aconsejen.

Su señoría había creído también cogerme en otra contradicción, que es la de que yo tan pronto acepto 300.000 hombres como quiero 50.000. Pues S.S. está equivocado, y es porque ve siempre por cristales de mal color todo lo que a mí se refiere. Yo no he aceptado los 300.000, ni tampoco he propuesto que baje el ejército a 50.000. Yo no he propuesto más que las reformas militares, pero dentro de esas reformas caben lo mismo 50.000 que 300.000 hombres. ¿Y qué tiene que ver el número de hombres que han de componer el ejército, con las reformas militares? Por consiguiente, al sostener yo las reformas en toda su integridad, y después de reducidas a los puntos que he manifestado, yo no prejuzgaba la cuestión del contingente del ejército; y cuando yo dije en una sesión que no había más recurso que escoger entre tener ejército a la moderna, poniendo nuestro país en estado de guerra, como están otros países, o tener una Hacienda desahogada, yo afirmé que era un problema estudiado y que, en todo caso, España era la única Potencia quizá que se encontraba en el caso de resolver el problema sin peligros y sin las dificultades que tienen otras Naciones. Y decía yo: hay que escoger entre tener un ejército a la moderna, tener al país, como se dice, en paz armada, lo cual significa estar todos los ciudadanos armados, equipados y acuartelados, o la economía en los gastos de Guerra.

No hay más remedio; o hay que escoger lo primero, lo cual no se puede conseguir sin mucho dinero y sin presupuesto muy alto, o si se quiere un presupuesto bajo que alivie a la agricultura y que disminuya las cargas que pesan sobre el contribuyente, hay que adoptar otro sistema, cuidándose de mantener aquella fuerza necesaria sólo para el interior, y atendido al mismo tiempo a la instrucción de las gentes que no estén en las filas. Pero el Sr. Duque de Tetuán saca partid de una frase con que yo contesté a un Sr. Diputado que me interrumpió, diciendo: ¿qué piensa el Gobierno en eso? Y yo entonces, creyendo que no estaba en el deber de dar satisfacción a aquel Sr. Diputado, aunque era amigo, le contesté: el Gobierno lo pensará. Y en efecto, el Gobierno había pensado esto; pero yo tengo mi pensamiento, mi idea, mi propósito, mi proyecto. (El Sr. Duque de Tetuán: Me alegro mucho, porque así lo sabré). Me dice el Sr. Duque de Tetuán que se alegra mucho, porque así lo sabrá. Pues aunque lo tengo, no lo sabrá S.S. hasta que yo crea conveniente decirlo, porque eso es lo que quería S.S., saberlo, porque aun cuando fuera el pensamiento de S.S., tengo la seguridad de que lo había de atacar.

Cuando llegue el caso, si yo veo que mi pensamiento puede prosperar sin dificultar ninguna para mi país, para las instituciones, para el orden y para la libertad, yo lo diré, y como Gobierno lo propondré; pero de lo contrario, me callaré para mejores tiempos, porque mi pensamiento necesita no solo la ayuda de mis amigos, sino del auxilio de mis adversarios, y si no el auxilio de mis adversarios, por lo menos la benevolencia; y como S.S. ni me da nunca su auxilio ni me presta su benevolencia, yo no le quiero decir más. Pero no hay contradicción alguna en ninguno de mis actos, y mucho menos en lo que tiene relación con las reformas militares.

Desde el primer día me he sostenido en mi opinión, y a pesar de las dificultades, que han sido grandes, y de los obstáculos, que han sido muchos, me he sostenido en mi propósito y he conseguido realizarlo en el Congreso, y espero que lo he de realizar en el Senado.

No he vacilado un solo día, porque desde el primer momento, al ver las dificultades que ofrecía el pensamiento completo del general Cassola, le dije: vamos a dividirlo, a sacar adelante lo que no ofrece tantas dificultades, dejando lo que nos ofrece tantos obstáculos para cuando hayamos obtenido lo más indispensable, que son los cuatro puntos a que ha hecho referencia el Sr. Duque de Tetuán. En esos cuatro puntos me he fijado, y de ahí no he cedido ni un solo ápice. Vino el proyecto sosteniendo los principios señalados, y dice S.S.: yo quiero la desaparición del dualismo, pero quiero conseguirlo por otros procedimientos, por otras artes, por otros medios. Pues si los procedimientos, las artes y los medios que su señoría propone nos convencen y son mejores que los nuestros, los aceptaremos. (El Sr. Marqués de Estella: No). Será porque no serán mejores que los nuestros. No ha de tener la pretensión S.S. de que los suyos [1653] sean mejores que los nuestros, porque ante esa pretensión se justifica la nuestra de que los nuestros son mejores que los suyos. Pero aparte de esto, nosotros hemos accedido a cuantas transacciones y modificaciones nos ha sido posible acceder. Aquí también ha cedido la Comisión, de acuerdo con el Gobierno. (El Sr. Marqués de Estella: ¿En qué?) En varias cosas relativas a los sargentos, por ejemplo, en la cuestión del bachillerato, que yo no se exige, en la ampliación de la edad, en los tres años en vez de uno.

Creo que éstas son concesiones, hasta el punto de que eso facilita tanto el ascenso de los sargentos a oficiales, que creo que va a ser demasiado. Hemos cedido, pues, en el Senado, porque el proyecto venía del Congreso más cerrado y difícil; se ha cedido en una porción de cosas, y espero que si se nos convence en otras enmiendas que hagan SS. SS., podremos aceptar algunas más. Con tal de respetar esos cuatro principios, crea S.S. que la Comisión y el Gobierno están dispuestos a aceptar todas las transacciones convenientes.

Pero hay más; S.S. ha creído que se hacía cuestión de Gabinete de artículos de la ley que no tenían importancia. Y añadía que se podían quitar todos los primeros. Quizá no hubiera habido inconveniente, pero eso quitaba solemnidad e importancia a la ley. ¿Y de qué artículos se trataba? Pues de artículos exactamente iguales a los de la ley constitutiva, y que en último resultado no estorban en la ley, sino que le dan importancia. Se define el ejército, en mi opinión, mejor, pero con el mismo espíritu que lo define la ley constitutiva del ejército. ¿Por qué, pues, hacer una cuestión batallona de esto? ¿Había motivo para hacerlo? Además había que tener aquí alguna consideración. Venían ya discutidos esos artículos del otro Cuerpo Colegislador, y si aquí se hubieran quitado en absoluto. (El Sr. Marqués de Estella: Los quitó la Comisión espontáneamente). Los quitó a petición de algunos individuos del Senado; pero después pidieron algunos Sres. Senadores que se reprodujeran, y se hizo, como sucedió con la enmienda presentada por el Sr. Duque de Mandas, que por aceptarla se reprodujo uno de los artículos. (El Sr. Marqués de Sardoal: Como el Sr. Duque de Mandas y el Sr. Fabié estaban en contradicción, la Comisión tuvo que optar por uno de ellos; no podía dar gusto a los dos). Así es. Había una verdadera contradicción entre la enmienda del Sr. Duque de Mandas y la enmienda del Sr. Fabié; y aceptada de antemano la del primero, aunque la del Sr. Fabié fue apoyada antes, comprometida la aceptación con el Sr. Duque de Mandas, ya no podía aceptarse la enmienda del Sr. Fabié.

Pero todas estas batallas son sobre cosas pequeñas y sin fundamento bastante.

Ahora mismo, la enmienda presentada por el señor Marqués de Estella al artículo que se está discutiendo, y que es completamente igual a su voto particular, no destruye el principio de la unidad de procedencia, porque éste consiste en que los sargentos que han de ser oficiales pasen por una Academia para tomar la instrucción que se cree necesaria, con lo cual se les equipara a los oficiales. Diferencia positiva y real entre lo que propone S.S. y el dictamen de la Comisión: que el dictamen de la Comisión dice que pasen por la Escuela general militar, y el Sr. Marqués de Estella quiere que pasen por una escuela especial. Y una de dos: o se aprenden las mismas cosas y de la misma manera en las dos, en cuyo caso basta una, o se aprenden cosas distintas, en cuyo caso ya está destruida la unidad de procedencia, y no sirven para nada la capacidad y la aptitud que se exige al sargento para llegar a oficial. De modo que no hay aquí asunto de pelea ni cuestión de batalla; ésa es una cuestión puramente de procedimiento, sobre si es mejor que vayan a la Academia general o a una Academia especial. Yo creo que para los sargentos es mejor que vayan a la misma Academia por que pasan los oficiales, para que éstos los consideren como iguales suyos. (El Sr. Marqués del Pazo de la Merced: Eso es engañar a los sargentos en vez de hacer una cosa formal, porque no va a ir ninguno. ?El Sr. Armiñan: Los que tengan aptitud, todos). No se les engaña, señor Elduayen; al contrario, yo lo hago por su bien, porque como pasen por otra escuela que aquella que sirve para hacer oficiales, éstos nunca los considerarán como a iguales suyos. Podrá un capitán salido de esa Academia especial llevar las insignias que lleva el salido de la Escuela general militar; pero nunca será considerado por sus compañeros como verdadero compañero; siempre lo considerarán como inferior.

Eso es evidente. Ya que queréis eso, hacedlo bien o no hacerlo; vale más que queden las cosas como estaban; que todo sargento pueda pasar a oficial sin pasar por ninguna Academia. (El Sr. Marqués de Estella: Siempre han pasado). Aunque no soy militar, he visto a muchos sargentos que no han pasado por ninguna. (El Sr. Marqués de Estella: Por las Academias regimentales). El sargento no asciende a oficial más que por su valor; cuando un sargento se distingue por su travesura en el campo de batalla, asciende a alférez, porque no tiene más Academia que la del valor. (El Sr. Marqués de Estella: Ni aún así los hacéis alféreces; sois más aristócratas que Alemania). Yo creo que no hay país, si vosotros lo conocéis decídmelo, donde se exijan menos condiciones que las que nosotros pedimos en este proyecto de ley para que los sargentos asciendan a oficiales. (El Sr. Marqués de Victoria de las Tunas: Italia. ?El Sr. Marqués de Estella: Italia, Francia y todas las demás; porque no es posible exigir a un sargento que estudie geografía, trigonometría, francés y dibujo). De todas maneras resulta que en el principio estamos de acuerdo, que es lo que quería demostrar. (Risas y rumores). A ver, no más diferencia que ésta: o el sargento no necesita más que sus cualidades personales para ser oficial, o necesita pasar por una Academia; ¿qué quiere S.S.? ¿Que pasen por cierta Academia? Pues nosotros queremos que pasen por la misma. (El Sr. Marqués de Estella: ¡Y eso lo dice un matemático! ¿Es lo mismo estudiar analítica o trigonometría para ser ingeniero que para ser capitán de Infantería?) Para ser ingeniero se necesita más que para se ayudante, y por eso hay dos escuelas, una de ingenieros y otra de ayudantes; pero para ser capitán se necesita saber lo mismo, porque todos son capitanes del mismo cuerpo, y por consiguiente, deben estudiar las mismas materias, porque la cosa es que va a ser oficial como los demás. (El Sr. Marqués de Estella: Que se lo pregunten al señor presidente de la Comisión, que tiene un proyecto igual al mío).

En último resultado, el sargento va a la Academia a que va el paisano, con su paga, con su gratificación, con todo. ¿Qué le falta? La inteligencia. Pues si con inteligencia puede ser oficial, tiene una [1654] ventaja el sargento sobre todos los demás ciudadanos a quienes sus padres costean la carrera. ¿Qué más podéis pedir para los sargentos? (El Sr. Marqués de Estella: Pero un quinto no puede aprender francés, etc.) Se ha quitado el bachillerato, se ha ampliado la edad; no hay más sino que el sargento, por serlo, tiene la ventaja sobre todos los demás ciudadanos, de que el Estado le paga el pase por la Academia general, y no se le exige más inteligencia que se le exige a todos. Además, el que no quiera ser oficial, tiene derecho a tres reenganches y poder llegar a capitán para la cuestión de los derechos pasivos. ¿Se puede pedir más? ¿Dónde está la aristocracia? Yo declaro francamente que padre con pocos recursos, en lugar de hacer que un hijo mío fuera a la Academia general militar, le haría optar a clase, para que siendo sargento fuera a hacer su carrera en balde, por cuenta del Estado. No tiene duda. El Sr. Marqués de Estella, que se enamora mucho de sus ideas, cualidad que le hace ser vehemente y tomar las cosas con mucho calor, cree que lo suyo es muy bueno, cuando no resiste la luz de la discusión. Por lo demás, señores, no quiero, porque es muy tarde, entrar en detalles ni tratar ciertos puntos que ha tratado con cierta intención el Sr. Duque de Tetuán. Me basta con agradecérselo; no quiero hablar de ello.

Dice el Sr. Marqués de Estella que el Gobierno tiene prisa por que termine la discusión de las reformas militares. No; el Gobierno quiere que haya amplia discusión y libertad para votar. Ya he dicho cuál es el pensamiento del Gobierno. Lo que el Gobierno desea, después de todo, es que las reformas sean pronto ley, porque de cualquier modo en ellas van los cuatro puntos que, diga lo que quiera el Sr. Marqués de Estella, tienen a su favor la mayoría del ejército. (El Sr. Marqués de Estella: Ya veremos al votar cómo vota la mayoría de los militares que tienen asiento en el Senado). Además, hay que establece en una ley lo relativo a ascensos y recompensas, porque están conformes todos los militares en que no se puede ni debe dejar al arbitrio de un Ministerio de la Guerra puntos tan importantes. (El Sr. Marqués de Estella: ¿Dónde está la arbitrariedad hoy?) Eso es necesario regularlo, y esta ley lo regula. ¿Es que es mala? Pues ya se modificará; que no es lo mismo modificar una ley que hacer una ley nueva. Ésta ha costado mucho tiempo y trabajo. No vayamos a hacer estéril el tiempo y el trabajo empleado. El Gobierno, pues, desea que sea cuanto antes ley, y para ello pide a los Sres. Senadores de oposición que hagan cuantas observaciones quieran, que discutan todo lo que tengan por conveniente, que voten como les parezca, pero que procuren aligerar los debates, a fin de que sea este proyecto ley; y a los amigos que crean que lo que propone la Comisión es lo mejor para los intereses del ejército y para el país, el Gobierno sin hacer el proyecto cuestión de Gabinete, les pide y les aconseja que voten el dictamen de la Comisión. [1655]



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